"ID, PUES, Y HACED DISCÍPULOS A TODAS LAS GENTES BAUTIZÁNDOLAS EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO" (Mt, 28,19)
Este verano un grupo de GAM-TEPEYAC compuesto por cinco jóvenes, constituido por un sacerdote, el P. Carlos, dos seminaristas, Roberto y Gabi, y un matrimonio, Conchi y Quique, ha continuado con la labor de voluntariado junto al P. Jaroslaw en Siberia.
UN POCO DE HISTORIA
Durante la peregrinación a Santiago de Compostela el verano pasado, el P. Jaroslaw nos comunicó su traslado a Siberia Oriental para continuar su labor misionera. Todo había surgido tras el nombramiento del Obispo de la nueva Administración Apostólica de Siberia Oriental, Mons. Jerzy Mazur. Ante la escasez de sacerdotes, que si ya es importante en Rusia, mayor aún es en Siberia, se necesitaban sacerdotes voluntarios dispuestos a ir a aquellas difíciles tierras. El P. Jaroslaw se ofreció para ello.
Esta decisión le suponía separarse de sus comunidades de la Región de Rostov, al Sur de Rusia, surgidas a partir del verano de 1992, donde fue enviado como uno de los primeros sacerdotes católicos en esta zona. Entre los feligreses de estas comunidades se encuentran los chavales con los que peregrinó a Santiago de Compostela el verano pasado y con los que había compartido momentos inolvidables de su preparación cristiana.
Siberia es una vasta extensión equivalente a veinte veces la extensión de Espana, donde se alcanzan durante el invierno temperaturas inferiores a los 60o C bajo cero. Durante la época zarista, hasta finales del siglo pasado, y durante el comunismo, Siberia ha sido sinónimo de sufrimiento y de muerte. Debido a las duras condiciones de vida, ha sido utilizado como lugar de deportación y de encarcelamiento, no sólo de delincuentes y asesinos, sino también de millones de personas, cuyo único delito era su creencia o su raza, como ha sido el caso de alemanes y polacos después de la Segunda Guerra Mundial.
Aun no estando confinados en un campo de concentración, no tenían derecho a casi nada. Durante la URSS existieron tres clases de ciudadanos: los de primera clase, a los que pertenecían los ciudadanos de raza eslava; los de segunda clase, compuestos por los ciudadanos de otras repúblicas de la Unión, el caso de Kazajstán, y, en último lugar, estaban los ciudadanos de tercera clase, los que provenían de república o Estado no perteneciente a la URSS, entre los que se encontraban los polacos, alemanes y coreanos, que no tenían prácticamente ningún derecho. Será a partir de 1956 cuando los polacos y alemanes vayan adquiriendo poco a poco algunos derechos, y no será hasta el final de la época de Gorbachov cuando los coreanos lleguen a conseguir el pasaporte, documento imprescindible en la URSS no sólo para viajar al extranjero, sino también para poderse trasladar de una ciudad a otra. Así, con estos cambios, los coreanos, por el hecho de ser gente muy trabajadora, han ido ganando prestigio económico y social, lo que levanta la envidia y el rencor de los rusos eslavos.
NUESTRO TRABAJO
Este verano ha sido especial para nosotros puesto que hemos podido compartir el inicio del ministerio sacerdotal de uno de los miembros veteranos del grupo: el P. Carlos. Rusia ha acompanado al P. Carlos durante su período de formación para el ministerio sacerdotal, desde aquel ya algo lejano verano del 94, cuando acudía por vez primera como voluntario a estas tierras, coincidiendo con el inicio de sus estudios en el Seminario. Ha resultado muy emocionante poder participar de las celebraciones eucarísticas leídas en ruso y de sus homilías traducidas por Roberto, ya que tuvo que sustituir al P. Jaroslaw en diversas ocasiones.
Estuvimos colaborando como monitores de un grupo de 35 chicos y chicas de la parroquia de Yuzhno-Sakhalin, capital de la isla de Sakhalin, en un campamento juvenil organizado para un total de más de 300 chavales. Este campamento, que se viene organizando desde hace algunos anos, tiene como principal finalidad que los ninos y jóvenes, especialmente los de familias sin recursos económicos y los procedentes de orfanatos, tengan unos días de distracción y de formación humana y religiosa. La tarea de monitores la compartíamos con algunos jóvenes coreanos y dos jóvenes japoneses. Uno de los momentos más bonitos se producía cada vez que nuestro grupo se dirigía al comedor. Los primeros días fuimos foco de atención y de atracción de miradas curiosas: nuestro grupo era el único cristiano de todo el campamento; el único con extranjeros venidos desde tan lejos y, por supuesto, el único con seminaristas y un sacerdote. Los ninos y ninas en seguida se acercaban a nosotros a preguntarnos nuestros nombres, o a invitarnos a jugar a un pulso chino; les entregábamos estampas de S. Francisco de Asís con diversas oraciones, Biblias para ninos en ruso y también rosarios, que luego se colgaban orgullosos de sus cuellos.
Lógicamente, el P. Carlos y los seminaristas eran los que llamaban más la atención al llevar sotana (en Rusia es muy importante el testimonio que se da con ello) revoloteando a su alrededor un número considerable de chavales. En cierta ocasión, Sasha, un chico de 8 anos, se acerca al P. Carlos y le pregunta: '?por qué vistes así?', 'porque soy sacerdote', le responde. El chaval anade: 'yo estoy bautizado'. Yzenia, otro chaval que se encuentra en la conversación, dice que él no está bautizado, y sin dudarlo le pregunta: '?me puedes bautizar ?' El P. Carlos le indicó dónde tenía que dirigirse para que se pusiera en contacto con el párroco después de terminar el campamento.
Con alguno de los monitores de otros grupos tuvimos conversaciones sobre Dios y la fe. En los últimos días del campamento algunos muchachos y monitores de otros grupos asistieron en varias ocasiones a nuestras catequesis y a las eucaristías que celebrábamos. Incluso el último día de nuestra estancia en Sakhalin algunos chavales pidieron a sus padres que les llevaran a la misa dominical. La despedida estuvo presidida por muestras de carino y de lágrimas.
Pudimos comprobar, una vez más, que es cierto aquello que hemos oído tantas veces de que la gente está deseando que les hables, que les des a conocer a Cristo.
Tres miembros del grupo tuvieron que dejar el campamento antes de su finalización, para participar en un encuentro de jóvenes católicos en Khavarosvk, ciudad fronteriza con China, y posteriormente, fuimos a Irkutsk, donde tuvimos un interesante encuentro con Mons. Jerzy Mazur. La finalidad del mismo era tener un mayor conocimiento mutuo con el fin de intensificar y coordinar nuestra colaboración. Nos agradeció la ayuda económica que, tanto los Hogares de Santa María como otros bienhechores espanoles, habíamos enviado, pues gracias a ello se han podido comprar un vehículo y una casa que hará las veces de parroquia y de vivienda del sacerdote en la ciudad de Chitá, situada en la frontera con Mongolia.
LOS PEQUENOS GRANDES MILAGROS DE CADA DÍA
Una de las primeras sensaciones que tienes al llegar a este país es que las personas viven de espaldas a Cristo, que Dios no está presente en sus corazones. Pero cuando uno va conociendo a las gentes sencillas y sus 'pequenas' historias del día a día, la 'intrahistoria' como lo denomina Unamuno, uno se empieza a dar cuenta de que esto no es así. Juzguen si no Uds. mismos.
Jadwiga Teresa vive en la ciudad de Petropavlovsk, capital de la península de Kamchatka, cuya extensión es similar a la de Espana. La comunidad católica de esta ciudad comenzó a recibir la atención pastoral más o menos frecuente (una vez a la semana) con la llegada del P. Jaroslaw a finales de 1999, tras carecer durante casi 80 anos de sacerdote. En cierta medida, esta ausencia de sacerdotes en la zona era debida, a que hasta hace unos anos los extranjeros tenían prohibida la entrada en la región e, incluso, también los rusos que no tuvieran el permiso oportuno, dado que era una zona considerada de máximo secreto por las autoridades soviéticas por albergar bases de submarinos nucleares.
Jadwiga es una mujer comprometida con la parroquia. Siendo un bebé, tras la invasión de la zona polaca de Ucrania por los nazis en 1941, su familia tiene que huir a Kiev. Durante el viaje en tren, en el que muere su hermana de dos anos, es bautizada por un sacerdote polaco. A pesar de sacar la máxima calificación en las asignaturas de Ateísmo durante sus anos de estudios, con el tiempo busca en su interior algo más, algo que le llene de verdad. Poco a poco se ha ido acercando a la religión católica. Durante la época soviética estuvo trabajando en una companía de arte dramático en varias localidades de Siberia, hasta que a finales de los 80 pierde su empleo. Desde entonces trabaja en la televisión local presentando un programa infantil, que ella lo ha convertido en una forma de catequizar a través de la historia de los personajes bíblicos y de los santos.
Dima y Valentina son una joven pareja rusa a la que poco antes de casarse el médico les informó que ella tenía un cáncer en el cerebro, dándole pocos meses de vida, por lo que el doctor les aconsejó que no se casaran. El problema de conciencia que esto le planteaba a Dima, le lleva a consultarlo con el sacerdote católico de su pueblo natal. Éste le aconseja que sigan adelante con la idea del matrimonio, para lo cual él primeramente tiene que bautizarse. A Dima le destinan a la Armada en Petropavlovsk para realizar el servicio militar. Un sacerdote de Vladivostok le indica que hay un párroco en esa ciudad, el P. Jaroslaw. En diciembre, Dima espera la vuelta del P. Jaroslaw de su viaje a Espana. Le invita a su casa para que conozca a su mujer, la confiese y le dé la Comunión. Le explican todos los detalles de la enfermedad de Valentina. El padre recuerda que lleva consigo una reliquia de la Madre Maravillas que unas semanas antes le habían dado las monjas carmelitas del convento de la Aldehuela. Se la ensena y les cuenta la vida de la Madre Maravillas; les entrega unas estampas y les traduce la oración que lleva impresa, y rezan por su salud. En junio acuden a San Petersburgo a la revisión periódica, y el médico, asombrado, les informa que no sólo la enfermedad de Valentina no ha avanzado sino que está remitiendo.
LOS NINOS, LOS MÁS DESASISTIDOS
Si toda la sociedad rusa está viviendo unos momentos muy difíciles, no cabe duda que los ninos y jóvenes son los más castigados y los grandes olvidados. El fuerte proceso de desintegración social y familiar que está viviendo este país produce situaciones como la de que actualmente haya más de dos millones de ninos abandonados en Rusia, ya sea porque sus padres carecen de recursos económicos, porque son alcohólicos, porque los maltratan,... Algunos padres incluso, con el fin de librarse de ellos, llegan a ingresarlos en centros infantiles para disminuidos psíquicos o en orfanatos, encontrando generalmente la connivencia del personal de estos centros, pues sus puestos de trabajo y la percepción de ciertas subvenciones estatales están en función del número de ninos ingresados.
Debido a esta situación, Mons. Mazur tiene un gran interés en que cada parroquia que se vaya organizando en su diócesis se haga cargo del mantenimiento humano y económico de un orfanato. En el orfanato de Elisavo, muy cerca de Petropavlovsk, han estado sin calefacción y sin agua caliente desde abril; en el orfanato de Kolochnoia, cerca de Chitá, los ninos ni siquiera tienen un calzado adecuado para los duros inviernos siberianos, y malcomen de lo que les dan los humildes campesinos del pueblo, pues el orfanato no recibe ningún tipo de ayuda institucional.
Pero a pesar de las grandes carencias materiales que tienen estos ninos, sorprende ver cómo están más hambrientos aún de una sonrisa, de una caricia, en definitiva, de un gesto de amor de los adultos. Estuvimos jugando y cantando durante largo tiempo con los chavales; los que podían defenderse en inglés, estaban ávidos por que les contáramos cosas sobre nosotros y sobre nuestro país; otros se arremolinaban para que les firmáramos unas estampas de S. Francisco de Asís que les habíamos dado o para hacerse una foto con nosotros, o incluso... para recitarnos las alineaciones de los equipos de fútbol espanoles. Disfrutamos nosotros casi tanto como ellos de esos momentos.
SIBERIA, TIERRA DE MÁRTIRES
De vuelta a Espana, al tener que hacer escala en Moscú, tuvimos la oportunidad de visitar la catedral católica de La Inmaculada, restaurada e inaugurada recientemente, y la iglesia de S. Luis de los Franceses, situada justamente detrás de la Lubianka, el cuartel general de la antigua KGB, la única iglesia católica que estuvo en funcionamiento durante el régimen comunista bajo la protección de la diplomacia francesa. En esta iglesia, fue consagrado, de forma secreta, obispo de Rusia el padre Eugene Neveu en 1926, uno de los miles de católicos que pusieron en juego su vida por Cristo durante los comienzos del régimen comunista. Hoy en día siguen teniendo la misma fuerza las palabras que escribiera al P. Potapi a principios de los anos 20: "lo que supera mi capacidad de entendimiento es la paciencia inquebrantable y la resignación del pueblo... Habrá una recompensa para tantos sufrimientos, es imposible que el Senor haya permitido que soporte pruebas tan enormes sin derramar su gran misericordia".
Efectivamente, esta idea es la que le viene a uno a la cabeza cuando va conociendo la vida y la historia de este pueblo. Pero ve, que a pesar de los difíciles momentos que ha vivido la Iglesia Católica en este país se mantienen las raíces cristianas de Rusia, y ello se debe a la sangre vertida por miles de mártires, muchos de ellos anónimos, especialmente sobre la gélida tierra siberiana.
Las palabras del Evangelio de Juan "tú tienes palabras de vida eterna" Jn 6,68 adquieren aquí toda su fuerza. Aunque durante más de 70 anos las autoridades rusas tuvieron como principal objetivo la eliminación al precio que fuere de todo vestigio del cristianismo, de todo aquello sólo queda, además del gran dano causado, el cuerpo momificado de Lenin en el Mausoleo de la Plaza Roja de Moscú y las estatuas erigidas en su honor en cada pueblo ruso, mientras que, casi después de un siglo, vuelve a resurgir poco a poco en los corazones de estas gentes el Camino, la Verdad y la Vida, gracias a las vidas entregadas de los mártires. Se cumple así el salmo 134, 15-18 :
Los ídolos de las naciones, plata y oro,
obra de manos de hombres
tienen boca y no hablan,
tienen ojos y no ven ;
tienen oídos y no oyen,
ni un soplo siquiera hay en su boca.
Como ellos serán los que los hacen,
cuantos en ellos ponen su confianza.
EVANGELIZAR, UNA BELLA TAREA
Hace 7 anos, cuando iniciamos esta andadura junto al P. Jaroslaw en Rusia, además de colaborar con su labor misionera buscábamos desarrollar una labor social (trabajo en hospitales, orfanatos, escuelas, ...) tal vez motivado por el activismo que caracteriza a los jóvenes o tal vez porque es la manera de ver de forma más palpable los frutos de tu trabajo. Con el paso del tiempo, hemos empezado a comprender lo que el P. Jaroslaw nos decía cuando le planteábamos nuestras dudas acerca del sentido de nuestra colaboración. La ausencia de trabajo social, la dificultad del idioma y las características de este país a la hora de trabajar (burocracia, ...), hicieron peligrar la continuidad de nuestra colaboración. Pero él mostraba su alegría por nuestro apoyo incondicional y nos repetía una y otra vez que nuestra presencia era mucho más importante de lo que nosotros podíamos imaginar. El paso del tiempo, además de haberle dado la razón, nos ha mostrado dos cosas importantes. En primer lugar, que tenemos que entender que la misión evangelizadora de la Iglesia, el bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, comprende por igual el anuncio explícito de Jesucristo y la atención a los más necesitados, pobres y marginados. Y en segundo lugar, después de algunos aparentes fracasos hemos comprendido que lo realmente importante, y fructífero a largo plazo, es dejar que Cristo haga a través de cada uno de nosotros.
Enrique Sánchez y Carlos Cerezuela