Seleccione su idioma

A NUESTROS AMIGOS DE RUSIA


Queridos amigos Andrei, Araig, Artión, María y Marina:

Transcurridas ya algunas semanas y una vez que hemos empezado a digerir todas las experiencias vividas este verano durante nuestra estancia en Rusia, os escribimos estas líneas para haceros partícipes de nuestras reflexiones sobre las mismas.

Nos ha sorprendido gratamente la fenomenal acogida que vosotros y vuestras familias nos habéis dispensado en Taganrog cuando estuvimos alojados en vuestras familias durante los días que duró el programa cultural. Cada uno de nosotros nos hemos sentido verdaderamente como uno más de vuestras familias, que posiblemente es el mayor elogio que se puede decir.

Somos conscientes de que os resultó difícil entender qué hacía un grupo de jóvenes procedentes del otro extremo del continente europeo en Rusia que tienen que pagarse cada uno su viaje, no siendo para disfrutar de unas vacaciones, sino algo tan extravagante como colaborar con un sacerdote católico, como venimos haciendo desde hace cuatro anos, motivo por el cual no pudimos permanecer más tiempo en Taganrog participando en el intercambio cultural iniciado.

Creemos que con el trascurrir de los días habeís tenido la oportunidad de empezar a conocer un poco tal y cómo es y cuál es la labor que el padre Jaroslav que está desarrollando en vuestro país. Es una lástima que, especialmente al principio, estuviérais desconcertados por la presencia del padre, incluso es muy posible que alguno tuviera un concepto poco bueno de él, lo cual era comprensible, pues os resultaba una persona muy lejana al igual que todo lo relacionado con la religión católica. Pero sabed que es todo lo contrario, como podreís observar a lo largo de esta carta, y sobre todo, si os animáis a mantener alguna conversación con él.

Para nosotros ha supuesto todo un ejemplo cada vez que hemos acudido a una celebración eucarística en las comunidades católicas en Rusia. Hay que descubrirse ante esta minoría de personas (rara vez superan la veintena) que en muchas ocasiones tienen que desplazarse desde lugares alejados de la ciudad, con la importante inversión de tiempo y de dinero que les supone el medio de transporte y soportando las gélidas temperaturas del invierno, pues muchas de ellas tienen medios económicos escasos, que forman parte de una minoría mal vista por el resto de los ciudadanos rusos, (muchas veces por simple desconocimiento) y que en ocasiones deben esperar pacientemente una o dos horas a que llegue el padre porque le ha surgido un imprevisto o porque se ha retrasado el tren o el autobús. Tras estas experiencias hemos empezado a ser conscientes que los católicos de la Europa Occidental somos unos privilegiados y, al tener menos dificultades, debemos exigirnos más, en ??memoria?? de nuestros hermanos en la fe de los países en los que los católicos son minoría.

Estas dificultades se pueden apreciar en situaciones tan extranas para nosotros como lo que ocurrió en el mes de diciembre, cuando llegó la imagen peregrina de Fátima a Rusia. Fue recorriendo las diferentes parroquias existentes y también los templos que se expropiaron durante el régimen comunista y que no fueron destruidos, pero en la mayoría de estos templos tuvieron que hacer las oraciones en las inmediaciones de los mismos porque en ocasiones las autoridades les denegaron la entrada, incluso aunque en la actualidad no estuvieran ocupados.

Es curioso ver como las comunidades católicas presentan algunas particularidades. Así, en Volgodonsk, la mayor parte de los integrantes de la comunidad son descendientes de alemanes, llegados a estas tierras en el siglo XVIII por invitación de Catalina II con el fin de repoblar esta zona. Después de la Segunda Guerra Mundial y para vengarse de los alemanes, Stalin deportó a los hombres a Siberia. Una veintena de personas se han estado reuniendo y celebrando las principales fiestas católicas durante siete anos, aunque no pudieran contar con la presencia de un sacerdote. Afortunadamente esta situación cambió con la llegada del padre Jaroslav hace un ano aproximadamente.

En la ciudad de Azov, situada a las orillas del mar del mismo nombre, la mayor parte de los asistentes a las celebraciones eucarísticas proceden de un grupo de yoga, a los que, por casualidad, les llegó información sobre la orden franciscana y, a partir de ello, han querido conocer la religión católica, pues sienten en sus interiores una inquietud por conocer algo que llene sus vidas plenamente. Hace unos meses han podido comprar gracias a las aportaciones del extranjero una casa con el fin de que algún día sea la casa del párroco y actualmente la utilizan como lugar para celebrar los actos religiosos. Esta casa está situado justamente en un conjunto de casas muy humildes, a escasos metros del puerto marítimo, en cuyo terreno estuvo situada antes del comunismo la catedral católica. Los católicos esperan de esta forma poder hacer más presión para conseguir algún día la devolución del terreno.

Para que podáis conocer algo más de la vida del padre a continuación os vamos a contar algunas anécdotas e historias ocurridas.

Seguramente no tenéis conocimiento de que el padre está muy agradecido a compatriotas vuestros, como es el caso de la senora Irina, que murió hace unos anos, tras una larga enfermedad. Fue una de tantas personas rusas que han sufrido mucho a lo largo de la historia no muy lejana de vuestro país. Durante la época estalinista, cuando era una nina, desarrolló una enfermedad motivada por un escape nuclear que se produjo en la región de los Urales, parecido al ocurrido en Chernobil. Desde entonces se quedó inválida de una pierna y su vida ha sido una continua lucha. Esta mujer, junto con su marido, fueron de los primeros rusos que apoyaron al padre Jaroslav. Cuando estuvo secuestrado en febrero de 1993 por los cosacos, enseguida salió en defensa suya. Por todo ello el padre y las religiosas están eternamente agradecidas a este alma que desde el cielo vela ahora por ellos, como lo demostró hace dos anos cuando en el día que celebraron el aniversario de su muerte, consiguieron de la Autoridades el permiso para el establecimiento de la comunidad católica en una de las ciudades. Este verano, el día del aniversario, como el padre debía ir a celebrar la Eucaristía a otra ciudad, encargó a los dos seminaristas de nuestro grupo que fueran con los familiares de Irina al cementerio a rezar un responso por su alma. Es ejemplar poder escuchar a la madre de Irina como nos hablaba de su hija con gran carino y emoción, pero a la vez desde la convicción de que está gozando de la vida eterna.

Es aleccionador observar como el padre Jaroslav se desvive por los seminaristas que tiene a su cargo, por los monaguillos y por los jóvenes que le conocen. Se palpa una relación de padre-hijo, estando alegre cuando ellos están alegres, y estando muy preocupado cuando alguno de ellos tiene problemas, cosa que no es nada difícil si tenemos en cuenta cuál es la situación de la juventud rusa y de la religión católica.

El padre Jaroslav hace unos meses sufrió un accidente de tráfico, uno más de los numerosos accidentes que se registran en la red de carreteras rusa, propiciado por el mal estado de las mismas y por la fiebre existente, especialmente entre los jóvenes, de exhibir coches buenos y de gran cilindrada. Gracias a Dios, y a pesar de la gravedad del accidente, el padre pudo contarlo. Por ello, si cabe, está muy concienciado con este problema. Así, una noche volviendo de Volgodonsk, nos encontramos con un accidente. Se veía un vehículo destrozado en medio de la calzada. El padre, paró inmediatamente, por si podía ayudar en algo. Cuando volvíó al coche se podía percibir que tenía las manos algo manchadas de sangre y muy impresionado. Posteriormente nos comentó: 'hoy he mandado un alma al Cielo'. Y dijo tener sana envidia de él. Esta persona, posiblemente no fue consciente del regalo que recibió al poder tener a su lado, en el momento más importante de su vida, a un sacerdote, algo nada frecuente en Rusia.

Haciendo un rápido balance de los cinco anos que lleva el P. Jaroslav en Rusia, las dos palabras que posiblemente mejor puedan describirlos sean la de 'entrega' y 'esperanza'. En este corto pero intenso período, el P. Jaroslav, junto con otros sacerdotes y religiosas, ha ido ampliando su atención a nuevas comunidades católicas, entregándose totalmente a dar a conocer a Cristo con sus vidas. Dios mediante, en este mes de septiembre, se hará cargo de la comunidad católica de Taganrog relevando al padre Jaroslav un sacerdote carmelita. A medida que el padre va encomendando alguna de sus parroquias a los nuevos misioneros que llegan a Rusia, continúa buscando nuevas comunidades, como es el caso de Azov, Leningradskaya o Volgodonsk; o intenta prestar mayor tiempo a alguna de las ya existentes, a las que por estar totalmente saturado de trabajo no puede dedicar todo el tiempo que el quisiera como es el caso de Kuchovka, Proletarsky o Celina.

El padre Jaroslav, en una ocasión, nos comentó apenado que a veces se sentía como si fuera 'D. Quijote luchando contra los molinos', y es que en cinco anos no se puede transformar lo que hizo y deshizo el régimen comunista en más de 70 anos y lo que en la actualidad está haciendo el consumismo desenfrenado.

No obstante, mirando la labor que se está realizando, el futuro es esperanzador, lo cual no significa que no esté y vaya a ser difícil, y que las cosas se vayan realizando lentamente, más de lo que nuestra escasa paciencia desea en muchas ocasiones.

La labor que están realizando los sacerdotes va mucho más allá de la que en un principio cabría esperar. En numerosas ocasiones tienen que desarrollar trabajos burocráticos o de historiador, para encontrar antiguas comunidades católicas o demostrar históricamente que una determinada iglesia o terreno perteneció a la Iglesia católica, e incluso, demostrar a las Autoridades Locales, para poder conseguir la autorización de asociación y de celebración de culto, que la religión católica en muchas ciudades tenía gran arraigo antes de la Revolución de 1917, pues el Parlamento Ruso pretende reconocer oficialmente sólamente cuatro religiones: la ortodoxa, la budista, la musulmana y la judía, postergando más o menos al status de secta al catolicismo y al protestantismo.

Tal vez uno de los signos más representativos de este camino emprendido sea la iglesia de Novocherkassk, que ha sido el primer templo católico en el sur de Rusia que se ha podido recuperar y restaurar, fue para nosotros una gran alegría ir allí y verlo todo acabado, cuando hace cuatro veranos era una carpintería abandonada.

Queremos dejar para el final un agradecimiento especial. Os estamos muy agradecidos por todo lo que nos habéis ensenado, sin ser esa vuestra intención, con vuestro ejemplo. El privarse de lo mejor para dárselo a los demás; el estar pendientes de los demás; el ayudar a los demás en situaciones nada cómodas, siendo fácil haberlo eludido, como cuando estábamos en casa cenando y al ver a través de la ventana que un coche no era capaz de salir del barrizal del camino, uno de vosotros me dice que le perdone por interrumpir la conversación pero que debe ir a ayudar a sacar ese coche, teniendo que meteros en el barrizal, en una noche que estaba lloviendo a cántaros, estando allí por espacio de más de una hora, teniendo que desistir porque no era posible y hubo que esperar al día siguiente.

Recordamos con gran carino esos momentos de conversación que hemos tenido en distintas ocasiones con los que se ha producido un enriquecimiento mutuo. Sobre la juventud, sobre la sociedad, ...sobre Dios. Recordamos especialmente una conversación con uno de vosotros hasta las dos o las tres de la madrugada hablando de lo más profundo de la fe cristiana.

Por todo ello, os damos las gracias de todo corazón, y albergamos la esperanza de poder veros muy pronto. Recibid un fuerte abrazo de Carlos, Enrique, Ma Rosa, Ramón y Roberto.